¿Qué quiere la derecha en Venezuela?


Carlos A. Lozano Guillén

¿Qué es lo que quiere la derecha intransigente, “lumpenizada” y criminal en Venezuela? Sacar al gobierno bolivariano, representado en el presidente Nicolás Maduro, a como dé lugar. En Colombia se copian de ellos los de la extrema derecha terrorista, representada en Fernando Londoño y Alejandro Ordóñez, que aseguran ganarán las próximas elecciones “para destrozar el proceso de paz con las FARC”. Sueñan con los mismos métodos violentos y terroristas para lograr sus siniestros objetivos. El problema no es Maduro solamente, sino derrocar el proceso bolivariano para instaurar un gobierno fascistoide de la extrema derecha.

El gobierno de Estados Unidos, tanto el anterior de Obama como el de ahora de Trump, quieren retornar al consenso de Washington, recomponiendo la geopolítica en el continente, aprovechando a sus lacayos de siempre en cada país. La orden fue derrocar a los gobiernos democráticos, de izquierda y anti neoliberales a como diera lugar, como sea, combinando todas las formas de acción, aunque en Venezuela asumieron la vía de la violencia y el terrorismo. Un golpe serio en los últimos años a los procesos democráticos, significaron el triunfo electoral de Macri en Argentina y los golpes blandos en Paraguay con la destitución de Fernando Lugo y en Brasil de Dilma Rousseff,

En Venezuela está desaforada la oposición violenta y cuenta con el apoyo de los grandes medios de comunicación en el mundo que hablan de una supuesta represión chavista a la “oposición democrática” a la que presentan como víctima de agresiones de la Fuerza Pública. No mencionan para nada a las “guarimbas” organizadas, en particular por el partido Primero Justicia del gobernador de Miranda, Henrique Capriles, un tipo descompuesto que abandonó su cargo y se dedicó a incendiar el país.

EnTelesur explican la agenda del golpe, que demuestra que es algo preparado, orientado, planificado y no espontáneo. Todo está calculado y financiado desde el exterior.

La oposición ataca centros comerciales, asalta tiendas, destruye centros de salud, lanza bombas molotov y otras sustancias a hospitales y clínicas del Estado, asesina y atropella ciudadanos inermes, hechos terroristas que son ignorados por la “gran prensa”. Asesinan a chavistas y aseguran con el mayor cinismo que lo hicieron los mismos chavistas; un joven muere al manipular mal una bomba molotov que iba a lanzar contra la fuerza pública, su cuerpo se quemó, “víctima de su propio invento”, pero la “gran prensa” -Colombia no es la excepción- se lo atribuyó a los gases lacrimógenos de la policía bolivariana, que no producen llamas sino humo para dispersar a los manifestantes. Es una campaña orquestada, dirigida desde el centro del poder imperial, financiada por la derecha internacional y el gobierno de Estados Unidos a través de la Usaid. Lo último fue el “Plan de Mierda” (me perdonan la expresión pero así lo llamaron estos vándalos), que es el lanzamiento de bombas de excrementos a la Fuerza Pública y a los transeúntes que no se vinculen a su manifestación. Silencio en la “gran prensa”.

Lucha de clases

Todos los medios de la oligarquía unieron fuerzas para semejante despropósito desde cuando el comandante Chávez anunció los cambios de fondo en la vida nacional, el fin de los pactos de Punto Fijo y el comienzo de la Revolución Bolivariana. Todo lo prometió al posesionarse aun en la vigencia de la “moribunda Constitución”, que pronto fue remplazada por la Constitución Bolivariana votada por la mayoría de los ciudadanos. Apoyaron el golpe de estado contra el comandante Chávez que apenas duró 48 horas y los empresarios comprometidos, entre ellos Pedro Carmona, huyeron despavoridos y cobardes de Miraflores ante la movilización popular y de la mayoría de la fuerza armada bolivariana. No hay que olvidar que Juan Manuel Santos, a la sazón ministro de Hacienda del gobierno de Andrés Pastrana, saludó el golpe y tramitó el asilo para “el breve” como apodaron a Carmona en  Venezuela, porque no le duró mucho la investidura presidencial asaltada.

En la República Bolivariana de Venezuela lo que hay es lucha de clases, una contradicción fundamental entre quienes quieren los cambios revolucionarios y los que se resisten para mantener los privilegios y la explotación capitalista. Lo explicó Carlos Marx hace 150 años, los cambios revolucionarios siempre tendrán la resistencia de la minoría oligárquica que no los acepta porque implica la pérdida del poder y de sus privilegios.

Juegan con fuego

Pero la derecha está jugando con fuego en el continente y en provocar la situación de crisis en Venezuela. Llevan más de un mes de movilizaciones violentas, han paralizado la producción y prefieren asimilar las pérdidas para socavar la estabilidad institucional. Al fin y al cabo si definen la contradicción a su favor podrán reponer lo que dejaron de percibir en utilidades, porque tendrán el control de las riquezas naturales que aprovecharán para saquearlas como lo han hecho históricamente.

Pregonan las elecciones pero tan pronto las anuncia el presidente Nicolás Maduro las rechazan, no las aceptan. El gobierno bolivariano plantea la Constituyente Ciudadana y no la quieren, no aceptan el diálogo, ni una salida política acordada, quieren borrar del mapa la Revolución Bolivariana y a los que la han conducido durante tantos años. Millones de venezolanos, de la pura entraña popular, sectores de la intelectualidad, de la juventud y de las Fuerzas Armadas, se han unido alrededor de la alianza cívico-militar y del Polo Patriótico, para defender las conquistas populares.

Que no se equivoque la oligarquía. Los tiempos favorecen las salidas políticas dialogadas a los conflictos armados, políticos y sociales, como en Colombia. En algunos casos finalizaron por victorias populares, en otros por acuerdo democrático de las partes. En Colombia fue a través de un acuerdo digno, debido a que fracasó la vía militar, ninguna de las partes logró la victoria en el campo de batalla. Pero si las oligarquías insiste en el ejercicio violento del poder, en humillar a los pueblos con la represión para negarles los derechos políticos y sociales, regresará más temprano que tarde la rebelión insurreccional y hasta armada, porque está demostrado que las causas de la insurgencia armada radican en la violencia reaccionaria y en el aumento en las modalidades de la explotación que incluyen la dominación a sangre y fuego. Los acuerdos deseables, dialogados, del presente no cancelan la opción de la lucha armada si hay la resistencia a los cambios democráticos y se impone la violencia contra la mayoría de la población. Son lecciones de la historia. ¡Qué no se equivoquen!

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