La guerra que viene y los colectivos José Roberto Duque


Sí, aquí hablaremos de la guerra y también de los colectivos. De nuestros colectivos chavistas y también de los otros, de los del lado de allá. Pero antes presentaremos unos cortes, no comerciales pero sí propagandísticos.

Estamos en un tiempo de exceso de información y de exceso de informadores. Duele decir esto desde la perspectiva de quienes defendemos la tesis del ciudadano-comunicador. «Ahora cualquiera es comunicador»: mírele la cara a quien pronuncie esa frase; si la nota preocupada, asqueada o fastidiada está usted viendo la cara de un imbécil que no entendió que los pueblos están apoderados de herramientas y saberes que hasta hace poco eran patrimonio de élites y cofradías.

Pasa con la comunicación que el gentío echado a la calle a comunicar se apoderó de herramientas (perdón: el capitalismo cometió el error de vendérselas masivamente), de estrategias y de conceptos, y ahora lo que tenemos en las calles es un océano en movimiento. Ni más ni menos, el pueblo padeciendo los efectos de la guerra de la información, pero al mismo tiempo participando en esa guerra y creando «jugadas» y formas de ataque y defensa. Un pueblo capaz de mover una gigantesca maquinaria capaz de emanciparlo y también capaz de sabotearlo, todo al mismo tiempo en una enorme ensalada de victorias y derrotas tácticas.

La guerra no «viene»

Aprovechemos los términos en que fueron escritas las últimas frases del párrafo anterior para ir entrando en materia. La materia es esta: estamos en guerra, y una de las principales victorias del enemigo es habernos puesto a hablar y escribir en términos guerreristas, que son los términos que a ellos les conviene difundir. Ataque, defensa, emancipación, sabotaje, victorias, derrotas tácticas: nuestro lenguaje se ha llenado de referencias provenientes de las fases bélicas de la guerra, y cuando hablamos en el título de «la guerra que viene» hemos dejado deslizar una imprecisión sólo para dar cuenta de un recurso sicológico al que también nos hemos ido acostumbrando.

Eso de «la guerra que viene» es un gazapo mediopendejo, destinado a enfatizar una expectativa. Porque por ahí no viene ninguna guerra: ya la guerra empezó hace años (algunos dicen que en 1998 o en 1992; otros, que en 1989; algunos más, que cuando Zamora, en la guerra de Independencia o con la llegada de Colón), sólo que nos han ido instalando en nuestro caótico panorama sicológico colectivo (¡Los Colectivos!) la expectativa de que «en cualquier momento» estallará aquí algo parecido a una guerra civil. Otra forma de decirlo: nos han ido preparando para el momento en que la guerra entrará en una fase bélica, de matazón abierta y sostenida entre venezolanos.

Guerra o exterminio

Hace unos días Henry Ramos Allup soltó una declaración que a muchos ingenuos o distraídos pudiera parecerles que «se le salió», que él en realidad no debía decir eso por razones tácticas. En la visita que le hiciera la dirigencia política del fascismo a la alta jerarquía eclesiástica (la dirigencia religiosa del fascismo) el diputado adeco dijo ante las cámaras que iban a elevar una oración por las personas muertas en los últimos días «y por las personas que eventual y potencialmente morirán».

El fascismo sabe, y ya no le importa revelarlo, que seguirá habiendo muertos y que cada persona que muera en alguna de sus acciones callejeras es saldo positivo para sus intenciones propagandísticas. Al fascismo le interesa que haya muertos que mostrarle a la comunidad internacional, y a tal efecto no importa si esos muertos son chavistas o antichavistas; igual, en sus informes y comunicados mentirán diciendo que el Gobierno (¡y Los Colectivos!) los asesinaron a todos, ya hay una masa putrefacta condicionada y entrenada para creerles.

Habrá un momento en que sí les importará el asesinato selectivo o masivo de chavistas, y ya andan trabajando mediática y políticamente en esa dirección. La criminalización y señalamiento puntual de «Los Colectivos” (¡Los Colectivos!) no persigue otro fin que ir preparando las condiciones para un eventual (¿y potencial?) exterminio de chavistas, pertenezcamos o no a algún colectivo. En ese proceso de manipulación sicológica, que pretende propagar la idea de que «todos los chavistas son colectivos» y que todos los colectivos merecen la muerte, ya han dado un paso importante. Fíjense en la idea encerrada entre comillas: mientras llegan a eso de «todos los chavistas son colectivos» ya lograron al menos poner a rodar la idea de que un Colectivo es una persona: ruedan por las redes y de teléfono en teléfono docenas o centenares de fotos y videos de muchachos linchados, golpeados, amarrados, asesinados, y abajo o encima el rótulo: «Así dejamos a este colectivo«.

Existe una leyenda de heroísmo guarimbero y monstruosidad chavista

Este tipo de materiales, que en otras circunstancias le convendría a la derecha ocultar, ha sido propagado con saña, porque hay una clave que (y esto debemos entenderlo de una vez por todas) ya no los afecta sino que los estimula y les da tremendo cartel: eso de seguir llamándolos «violentos» e incluso «asesinos» es algo que no sólo les insufla ánimo sino que les sirve de catálogo y promoción: «Este es el ejército que está destruyendo al chavismo, ¿verdad que nos merecemos finanzas y equipamiento?».

Si llegan a masificar la idea de que asesinar a un negro pobre es obtener una victoria sobre un colectivo (sí: para ellos un colectivo es una persona) sólo queda el trámite de «explicarles» a sus idiotas enfermos que cada chavista es un colectivo, y que si matas aunque sea a uno te ganarás el aplauso de los Freddy Guevara (es decir, de los sifrinos inmundos que mandan a los demás a matar y dejarse matar sin maltratarse el peinado).

¿Y los colectivos de ellos?

No ha sido poca cosa la tarea de satanización del «Colectivo»; ya el alto gobierno y la gran prensa de Estados Unidos se han referido a los colectivos como «grupos paramilitares» y han hecho llamados a desmovilizarlos. La fiesta del fascismo criollo no ha sido normal al ver que una de sus matrices fundamentales ha prosperado. Capriles Radonski ha dicho que uno de los puntos de las negociaciones con el Gobierno debe incluir la desmovilización de los colectivos chavistas.

Lógico: neutralizar las expresiones organizadas del pueblo chavista. Mientras tanto, sobre los colectivos mercenarios fascistas activos en Venezuela no se ha dicho ni una palabra. Hay evidencias (videos) de la presencia de militares o milicianos colombianos en Libia, específicamente en el momento y lugar donde el líder Mohamar Khadafi era vejado y torturado minutos antes de su asesinato. Se supo, o ya se sabía, que eran agentes de la agencia o ejército de mercenarios Blackwater. La inmensa desubicación (o ingenuidad o desinformación) de nuestra propia gente considera probable o viable el que mercenarios colombianos hayan estado en Libia, pero se permite dudar de que esos mismos asesinos estén aquí, ahora, actuando o a la espera de actuar.

Esa misma ingenuidad y esa misma desubicación ha sido aprovechada para dejar pasar por debajo de la mesa asuntos monstruosos como el ametrallamiento de dos guardias nacionales en San Antonio de Los Altos y la quema de dos tanquetas de la GNB. La leyenda del heroísmo de los guarimberos quiso hacernos creer que esos crímenes los perpetró «el pueblo», tú sabes: una viejita con su cacerola y dos muchachos aguerridos con dos piedras y un palo, mataron a unos militares e incendiaron dos vehículos. Y nosotros aquí, como si nada. Como si en la carretera Panamericana no estuviera activado un batallón tan perverso que incluso el antichavismo «normal» se desmarcó de sus acciones.

Si puede concluirse algo de todo esto, hay que hacer el intento de concluirlo.

1) No se angustie (o excite, según el estado de su psique) ante los anuncios de que «viene la guerra», porque ya usted forma parte de una guerra. Ante la posibilidad o anuncios de una situación de conflicto generalizado la actitud correcta es la organización, no el pánico o el caer por desesperación en la situación que les conviene: violencia y destrucción.

2) Nuestro objetivo es la paz. Pero la paz se moldea con organización, no con simple echarse en una cama para que vean que estamos tranquilitos y no queremos pegarle a nadie. La organización permite, entre otras necesidades, tener a la mano estrategias de seguridad física de personas y bienes. Debemos hacer nuestros mapas locales (¿dónde viven, se reúnen y trabajan nuestros aliados chavistas? Teléfonos y contactos de instituciones y organismos de seguridad, atención médica, otros) en las zonas donde vivimos y nos movemos rutinariamente.

Sobre el fascismo y su estructura sí se sabe todo o casi todo

3) Los colectivos chavistas son organizaciones sociales que alguna vez (años 80-90) debieron empuñar las armas ante el asedio del hampa, el narcotráfico y un Estado criminal que perseguía el activismo político revolucionario. Sobre si actualmente poseen armas o no, nos declaramos ignorantes en el tema. Las cosas no están para ponerse a creer cualquier estupidez de cualquier tuitero bocón que diserta cual experto desde el este de Caracas.

4) Sobre el fascismo y su estructura sí se sabe todo o casi todo. En orden de visibilidad o apego a la legalidad, puede armarse el siguiente esquema, organizado en estratos o niveles:

a. Partidos políticos

i. Frentes institucionales (Asamblea, alcaldías, gobernaciones).

ii. Frente económico (facciones empresariales y de comerciantes).

iii. Frentes de apoyo (ONGs, medios de información).

iv. Frentes insurreccionales o de acción directa (ciudadanos descontentos que eventualmente cacerolean, participan en marchas o queman objetos; grupos de choque con entrenamiento militar y capacidad de fuego, ataque y destrucción; cuerpos policiales, individuos o facciones militares en desacato).

b.      Alianzas extranjeras

i. Frentes institucionales (organismos multilaterales (ONU, OEA), gobiernos o vocerías extranjeras).

ii. Frentes de apoyo (medios de información).

iii. Frentes insurreccionales o de acción directa (grupos mercenarios extranjeros o formados en el exterior).

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