SE CAE LA MÁSCARA, UNA VEZ MÁS Nuevo llamado a la intervención: el turno de Julio Borges


El líder de Primero Justicia declaró a un medio estadounidense que la intervención del presidente Donald Trump en los asuntos internos de nuestro país tiene un efecto positivo para la MUD.

En un café de Los Palos Grandes (urbanización ícono de la clase media caraqueña), Julio Borges dijo a The Washington Times en una entrevista (en inglés, aquí) que para la oposición venezolana es muy valioso el hecho de que el presidente Trump tiene a Venezuela presente en todas sus conversaciones con presidentes latinoamericanos.

Dijo Borges que “es muy importante para nosotros que el presidente Trump sea un factor de ayuda para crear la máxima presión internacional” sobre el Gobierno de Nicolás Maduro.

Esta declaración se da a pocas horas de la “megamarcha” del 19 de abril convocada por la dirigencia antichavista, quienes intentan establecer a partir ella un punto de ebullición para que la agenda de golpe en marcha amplifique el caos y la violencia, hoy contenida por el Estado Venezolano. Esto motivado, en buena parte, a que los aliados de Estados Unidos desde la OEA calculan -por los momentos- muy bien sus pasos antes de emitir declaraciones subidas de tono con respecto a Venezuela, algunos optando por el repliegue y otros por la cautela, producto de un escenario marcado por las improvisaciones de los partidos opositores que podría dejarlos muy mal parados en la arena internacional.

Este llamado a la injerencia directa de la Administración Trump en los asuntos internos del país buscan -con rasgos de desespero- motorizar un nuevo empuje que logre homogenizar esas vocerías internacionales dispersas y cuidadosas en un tono confrontativo uniforme.

Así lo hizo ver Julio Borges: “Venezuela no es ya un problema local de gobernabilidad y autoritarismo sino una enfermedad contagiosa que tiene raíces y tentáculos en todos los problemas de la región”.

El periodista de The Washington Times hace un recuento de la intromisión del gobierno estadounidense en la vida política venezolana, comenzando con la orden ejecutiva firmada por Barack Obama en 2015 que califica a Venezuela como “una amenaza extraordinaria a la seguridad nacional y la política exterior de los Estados Unidos”.

Julio Borges agradeció al ex presidente Barack Obama, y acotó que las sanciones a funcionarios venezolanos -incluida la que aplicada contra vicepresidente ejecutivo Tareck El Aissami, a quien tilda de “jefe narcotraficante”- tienen que ver con que los Estados Unidos meramente defendía sus intereses, los mismos que defiende Julio Borges.

En medio de la entrevista, imploró a la Administración Trump aplique contra Venezuela los mismos recursos de intervención extranjera y guerra económica utilizados en el siglo pasado contra Cuba y Nicaragua, y recientemente contra Rusia, Irán, Siria y Libia, por tener una política contraria a la Casa Blanca: “EEUU podría prohibir el intercambio comercial o político con Venezuela, imponiendo la Carta Democrática Interamericana de la OEA, lo que significaría el aislamiento completo de Venezuela: un país bajo cuarentena”. El uso político de esas expresiones no es gratuito.

Julio Borges pide, desde una tribuna mediática importante a lo interno de los EEUU, que a Venezuela se le bloquee económica y financieramente -con Luis Almagro y la OEA de trampolín- con el interés de asfixiar al país, llevar al extremo el bloqueo financiero en su contra, frenar la recuperación económica encabezada por el chavismo y distribuir los costos de las sanciones en amplios sectores de la sociedad venezolana, incluidos los que asisten a sus convocatorias. Acelerar el golpe antes de que el país se recupere.

Este llamado se suma a la exigencia de intervención gringa que la semana pasada realizara David Smolansky y Rafael Poleo, quienes acusaron al gobierno venezolano de utilizar “armas químicas” contra “manifestantes pacíficos”. El mismo falso positivo que allanó el terreno para el ataque (unilateral) de Estados Unidos sobre Siria por primera vez desde que inició el conflicto y violando la legalidad internacional.

Estos pedidos de intervención extranjera recalcan no sólo su papel de intermediarios en el plan de las corporaciones estadounidenses por apropiarse de los recursos venezolanos y de sacar a la fuerza a quien ejerce su uso soberano (el chavismo), también devela como la publicitada negación por parte del antichavismo de la guerra económica y la intervención extranjera han perdido todo sentido. Ya no hay tiempo para cuidar las formas.

Y vale la pena preguntarse. Si asumen que son una mayoría aplastante y que barrerían al chavismo en cualquier elección que sea convocada por el CNE (las regionales y municipales, por ejemplo), ¿por qué el desespero de que Estados Unidos le imponga condiciones duras y dolorosas a la población venezolana? ¿Por qué alentar una intervención si ya ganaron? Aunque la respuesta evoque una obviedad es necesario recalcarla: el plan que los ubica como gestores no es electoral, sino de violencia política y caos para generar las condiciones de un golpe de Estado. Ese cálculo ya lo hicieron sus verdaderos dueños.

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