El caso Vegas: El Cangrejo de los «niños bien»

El niño Carlos Vicente Vegas Pérez

A las 4:30 de la tarde del 22 de febrero de 1973 el niño Carlos Vicente Vegas Pérez salió de su casa, la Quinta Algarrobo, en la avenida principal de Lomas del Mirador, a comprar unas revistas deportivas en un quiosco del cercano Centro Comercial Santa Marta.

 

Eran menos de 800 metros de distancia y Caracas era otra, la inseguridad no había hecho metástasis en las faldas de El Ávila, por lo que su madre le dio el dinero y no le prestó mayor importancia a que fuera solo por las revistas que tanto le gustaban.

 

Esa simple caminata derivó en uno de los crímenes más sonados de la historia del país, que dejó al descubierto cómo el poder económico puede someter a la justicia hasta anularla.

 

Ese niño, hijo del reputado arquitecto Martín Vegas, aparecería muerto ocho días después en el fondo de un barranco y nadie sería condenado por eso, a pesar de que en el transcurso de la investigación policial salieron a relucir jóvenes con apellidos de abolengo -incluido un familiar de la primera dama de por entonces- que hoy, casi 40 años después, son reputados hombres de negocios, funcionarios gubernamentales y hasta artistas como cineastas y escritores.

 

No hubo culpables por el secuestro y muerte del pequeño Carlos Vicente, los únicos que pagaron cárcel -Omar el Chino Cano y Gonzalo Fafa Capecci- lo hicieron por cargos relacionados con las drogas y aún hoy insisten en que son inocentes y cayeron por “pendejos”.

 

“A mí y a “Fafa” Capecci nos fabricaron un expediente por drogas y pagamos cana por todos los demás. Fíjate, a mí me detienen junto con Nicomedes Zuloaga Pocaterra. A él le quitaron 2 kilos de cocaína, 30 kilos de marihuana, 200 mil bolívares en billetes falsos, una pistola y un jeep robado. El hombre estaba convicto y confeso, sin embargo, solo pagó dos meses (…) Éramos los pendejos de la partida”, relató en enero de 2011 el Chino Cano en una entrevista publicada por el diario Ciudad CCS.

 

El secuestro

Al caer la noche de ese 22 de febrero de 1973 los padres de Carlos Vicente -Martín Vegas y Trina Pérez- empezaron a preocuparse por su prolongada ausencia y salieron a buscarlo en las zonas cercanas.

 

Luego de un par de horas de búsqueda e interrogar a vecinos y conocidos regresaron al hogar para decidir qué hacer y esperar noticias.

 

Al poco rato sonó el teléfono y una voz confirmaba que al niño le había pasado algo: estaba secuestrado y pedían por él un rescate de 150.000 bolívares.

 

El secuestrador les dio instrucciones muy precisas, incluso un poco excéntricas sobre el rescate: debían ser 2200 billetes, 800 de 100 y 1400 de 50, debía notarse que eran usados y los entregarían en un maletín desgastado.

 

El sujeto se despidió advirtiéndoles que no se comunicaran con la policía y les aseguró que pronto les daría fecha y hora para concretar el pago del rescate.

 

Martín Vegas comunicó lo sucedido a la Policía Técnica Judicial, pero les advirtió que pagaría el rescate, pidiéndoles que no interviniesen para preservar la vida del pequeño Carlos Vicente.

 

Pago de rescate

Todo el día 23 de febrero transcurrió sin ningún contacto con los secuestradores.

 

No fue sino hasta la noche del 24 de febrero cuando volvieron a llamar a la quinta Algarrobo y dieron instrucciones precisas sobre cómo se iba a pagar el rescate: lo haría la señora Trina, sola, la noche del 26.

 

Luego de unas horas, que parecieron eternas, la señora se marchó junto a uno de sus hijos mayores a cumplir las instrucciones del secuestrador, y llegó hasta el restaurante Don Sancho en la avenida principal de El Rosal. Llamaron al sitio y le dejaron un recado: “Váyase a su casa, no está sola”.

 

Al poco de haber vuelto llamaron de nuevo y le ordenaron que dejara el dinero en un pipote azul de basura, que estaba frente a una fuente de soda ubicada en las inmediaciones de la Plaza Altamira.

 

La angustiada madre cumplió la orden y regresó a su casa, pero apenas entró volvió a sonar el teléfono, eran los secuestradores recriminándole:

 

-No cumplieron , eso estaba lleno de policías.

 

-Noooo, yo dejé el dinero. ¡Por favor devuélvame a mi hijo!

 

Después de unos instantes de tensa negociación los captores le ordenaron que recogiera el dinero y lo llevara hasta La Castellana, donde dejaría su carro con el rescate oculto debajo del asiento y se marcharía en taxi. Si cumplía “le devolveremos a su hijo a las siete” sin especificar si era de la mañana o de la noche.

 

Ella cumplió. Ellos no.

 

El cadáver

Ocho días después, el 2 de marzo de 1973, viernes de Carnaval, el cuerpo del niño Carlos Vicente Vegas Pérez fue localizado en un matorral en la Cortada del Guayabo, municipio Guaicaipuro. Al parecer había muerto el mismo día del secuestro, pese a lo cual los plagiarios siguieron con su plan.

 

El cuerpo del pequeño, hallado por unos campesinos, estaba atado con una cadena con dos candados y había sido lanzado al barranco desde unos 20 metros de distancia, según lo determinaron los peritos forenses.

 

Sobre la muerte del niño se manejaron tres hipótesis: que había fallecido por asfixia por monóxido de carbono dentro de la maleta del carro en el que lo trasladaron; que los secuestradores lo habían estrangulado, y la tercera y más descabellada, que los secuestradores estaban filmando una película snuff y para darle “realismo” lo habían matado.

 

Se comprobó que murió en la maleta del carro y el mismo día del secuestro.

 

Los niños bien

La terrible noticia conmocionó al país que empezó a clamar por justicia, al punto que desde el alto gobierno de Rafael Caldera se prometió que se agilizarían las investigaciones, pero no fue así y la pesquisa entró en una especie de marasmo, hasta que una voz anónima de la petejota denunció a través de la prensa que “algo grave entorpece las investigaciones para resolver el caso”.

 

A partir de ese momento se aceleró la investigación y a mediados de abril fueron detenidos José Luis Caramelo Branger, Javier Paredes, Julio Morales, Diego Rísquez Cupello, Gonzalo Rafael Capecci, Alfredo Parilli Pietri -sobrino de la primera dama, Alicia Pietri de Caldera- y Omar el Chino Cano Lugo.

 

Además salieron a relucir otros nombres como Nicomedes Zuloaga, Orietta Cabrices y hasta el propio hermano del niño, el hoy exitoso escritor, Federico Vegas.

 

Durante el escándalo hubo un malestar generalizado en las fuentes policiales, por la forma como intereses políticos y económicos tapaban la verdad del caso, que no fue el único de su tipo en el que estuvo involucrada esta banda de niños bien.

 

Al parecer, estos jóvenes patricios, de acaudaladas familias caraqueñas, encontraron en los secuestros exprés una forma de financiar su salvaje estilo de vida, pleno de drogas y exceso, solo que lo del niño Vegas Pérez les salió mal, muy mal.

 

En los pasillos de la antigua Policía Técnica Judicial se escuchaba que ante lo ocurrido todas las familias poderosas se pusieron de acuerdo y llovió el dinero para comprar conciencias y cerrar bocas.

 

El escándalo sobrevino en enero de 1974, casi un año después de la muerte del niño, cuando la Corte Superior II en lo Penal del Distrito Federal y Estado Miranda, revocó los autos de detención de los siete detenidos por el caso Vegas, alegando “fallas sustanciales en la instrucción y sustanciación del proceso”.

 

Solo a Cano y Capecci se les confirmó el auto de detención, pero por tenencia y tráfico de estupefacientes.

 

“Fui el único que pagó por un crimen que no cometió (…) estuve por más de cinco años saliendo en cine, radio y televisión todos los días. Creo que fui la primera víctima mediática en este país.

 

El cine era para ese entonces el gran noticiero”, afirma el Chino Cano quien luego trabajaría como auxiliar en la Dirección General de Participación Ciudadana de la Asamblea Nacional.

 

En enero de 2012 el Chino Cano apareció en la prensa oficialista caraqueña declarándose admirador del programa La Hojilla y reiterando que era una de las primeras grandes víctimas del terrorismo mediático en el país.

 

Cano, devenido en artista plástico, afirmaba que había pintado un cuadro de enormes dimensiones del presidente Chávez, signado por “un lenguaje eminentemente simbólico que expresa el compromiso y el amor revolucionario” y deseaba entregárselo en persona. Nunca se supo si pudo cristalizar su sueño.

 

Leyenda urbana: Castración

Sin duda el estilo de vida de estos jóvenes era salvaje: sexo, drogas y rock and roll.

 

Una leyenda urbana que corre por Internet asegura que uno de los implicados, José Luis Caramelo Branger, habría sido castrado por venganza.

 

Heredero de una familia pudiente, con vastos intereses agropecuarios, Caramelo Branger se hizo famoso durante las audiencias del caso, porque cada vez que lo trasladaban a los tribunales las mujeres enloquecían tratando de tocarlo y besarlo.

 

Branger, al igual que muchos de otros implicados, tenía su “fama” y en Internet circula una especie no confirmada que asegura que habría sido castrado en venganza por una violación.

 

La leyenda urbana que fluye en la red relata que cuando el padre de la víctima fue a reclamarle la violación al patriarca de los Branger, este le contestó: “Amarra a tu vaca, que mis toros están sueltos” y por eso le habrían cortado los testículos a Caramelo.

 

Alfredo Luis Parilli Pietri murió en septiembre de 2011 en el área de emergencias del hospital Victorino Santaella, a causa de una cirrosis hepática, según reportó Últimas Noticias.

 

Parilli Pietri estaba preso por tráfico de drogas en el Internado Judicial de Los Teques desde 2009.

 

Rísquez se convirtió en director de cine y su películas -entre ellas Reverón- cosecharon premios a nivel internacional.

 

Los demás tuvieron unas vidas relativamente prósperas, algo que no pudo tener Carlos Vicente Vegas Pérez, para quien ni siquiera hubo justicia pues su asesinato quedó impune.

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2 comentarios en «El caso Vegas: El Cangrejo de los «niños bien»»

  1. QUIERO VERLO YA LEI LA HISTORIA

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